Las ruinas de la milenaria fortaleza de la Marca de Ardesa se encuentran a unos 700 de altura sobre el nivel del mar, en la sierra de Rubió, en un paraje de gran belleza natural, en la cima del cerro de Sant Miquel, cerca de la ermita de Sant Pere de Ardesa, en la comarca del Anoia de la provincia de Barcelona.
Se puede llegar a las ruinas de la antigua fortaleza de la Marca, desde la localidad de Jorba dirección Calaf. A pocos kilómetros hay que girar a la derecha dirección Rubió (está bien indicado). Dos kilómetros después hay que girar girar nuevamente a la derecha en dirección la ermita de Sant Pere de Ardesa. La carretera va ganando altura por la sierra de Rubió hasta llegar a un cruce de caminos, en el que hay que girar a la izquierda en dirección a la ermita. La carretera se convierte en un pista sin asfaltar que en poco más de dos kilómetros lleva a los pies de la ermita. Desde allí, sale un camino que sube por el cerro Sant Miquel que nos lleva en poco más de 10 minutos andando a la cima del monte donde se encuentran las escasas ruinas de la antigua fortaleza.
A comienzos del siglo IX, un siglo después de la llegada de los musulmanes a la península Ibérica, y tras largos años de luchas y enfrentamientos, se constituyó la llamada Marca Hispánica, una zona fronteriza entre los musulmanes del emirato de Córdoba y los cristianos del reino franco. Las tierras catalanas pasaron a formar parte de este territorio de frontera, y organizadas por el imperio Carolingio en condados gobernados por condes.
Para garantizar su frontera meridional frente a los musulmanes, los condados catalanes construyeron entre los siglos IX y XI, y reaprovecharon otros musulmanes, una amplia red de castillos, atalayas y torres de defensa por toda la Marca, fortificando con más de cien castillos un territorio muy extenso que se extendía desde Barcelona hasta el Pallars, en tierras de Lérida. Así nacerían los castillos de frontera catalanes. La Marca quedó estabilizada durante tres siglos en torno al Llobregat, Cardener y la sierra del Montsec. A mediados del siglo XI, con la disgregación del Califato de Córdoba en los diferentes reinos de taifas, los condados catalanes pasaron a ser territorios de avanzada y conquistadores.
Los castillos de la Marca, emplazados casi siempre en lugares fuertemente estratégicos, ya sea sobre cerros que dominaban extensos territorios, controlando los caminos a las principales poblaciones, situados en medio de los valles que daban a las ciudades o pueblos, dominando las poblaciones o el curso de los ríos de la frontera, contaban siempre con fortificaciones cercanas complementarias que se apoyaban entre sí, constituyendo un eficaz sistema defensivo del territorio catalán en la Edad Media. Actualmente se conservan un gran numero de ellos, muchos están en ruinas, otros han sido muy transformados, y muchos otros han desaparecido.
En el siglo XI, el condado de Manresa controlaba un extenso territorio que abarcaba Manresa hasta cerca de Lérida. Para defender las tierras que se iban ganando a los musulmanes se fueron levantando numerosas fortificaciones y reaprovechando otras musulmanes, formándose así la línea defensiva fronteriza del Anoia, en la Marca Manresana, que llegaba hasta la comarca de la Segarra, en tierras de Lérida.
La mayoría de las fortificaciones estaban comunicadas entre sí visualmente o mediante señales de humo o fuego, para alertar de posibles ataques o incursiones sarracenas. Más adelante, cumplirían doble función, además de la defensiva. Desde la extensa red de fortificaciones levantadas en las tierras del Anoia, se intentaría con el tiempo reconquistar nuevos territorios a los musulmanes.
La fortaleza de Ardesa, documentada desde el siglo X (989), formó parte de las fortificaciones de frontera de la Marca Hispánica, en la línea defensiva fronteriza con tierras musulmanas del Anoia. Compartía funciones defensivas en esta parte de la frontera con los próximos castillos de Rubió, éste sería el más cercano, (con el que tenia contacot visual) posicionado en la misma sierra de Rubió, Jorba al sur, Montbuí y Tous también situados al sur, en posición un poco más alejada, la torre Manresana de Els Prats de Rei, las fortalezas de Calaf, Boixadors y Puigdemáger al norte, y en posición más atrasada, al sureste, con los castillos de Odena, el poderoso de Claramunt, (con el que también tenia contacto visual) o Castellolí, entre otros.
Desde sus orígenes, el castillo de Ardesa formó parte de las fortalezas defensivas del Condado de Manresa. En el siglo XII, Bertrán de Rubió era el señor del castillo, al igual que del próximo y vecino de Rubió. Entre los siglos XII-XIII, junto a la ermita de Sant Pere, se formó un importante núcleo de población, que estaba protegido por el castillo, que sería abandonado siglos después. El castillo aparece documentado en el año 1192.
El castillo debió ser de pequeñas dimensiones. Muy poco es lo que queda de él, pudiéndose apreciar sitial en la cima del cerro de Sant Miquel, y restos de un muro rebajado poco antes de alcanzar la cima del cerro.
Desde sus alturas se contemplan impresionantes vistas de la verde sierra de Rubió, la ermita de Sant Pere, situada a los pies de lo que fue la fortaleza, y la estampa lejana del poderoso castillo de Claramunt, uno de los más importantes de esta parte de la Marca, tierras fronterizas con los moros hace mas de mil años.
Se encuentra en ruinas, prácticamente desaparecido.
Está protegido por la declaración genérica del Decreto de 22 de abril de 1949 sobre la protección de los castillos españoles (BOE núm. 125, de 5 de mayo de 1949) y por la Ley 16/1985, de 25 de junio, de Patrimonio Histórico Español (BOE núm. 155, de 29 de junio de 1985).
MonumentalNet agradece la colaboración de Luis Puey Vílchez