El castro celta de El Raso se encuentra en el término municipal de Candeleda, provincia de Ávila, a unos diez kilómetros al noroeste de la localidad, en el fértil valle del Tiétar. Se le conoce también con el nombre de El Freilo, por el cercano arroyo del mismo nombre.
Para acceder al castro hay que llegar al pueblo de El Raso desde Candeleda. Una vez entrado en el pueblo se toma una de las primeras calles a la derecha que tiene una señalización algo tosca que dice castro celta. Tras subir por esta calle se gira a la derecha a menos de 100 metros. Tras recorrer otros 100 metros por esta nueva calle otra indicación precaria del castro nos marca un giro de casi 180 grados. Aquí acaban las casas del pueblo y se sigue por esta carretera asfaltada, ya sin pérdida posible, durante unos 4 kilómetros. Hay que dejar el vehículo en un aparcamiento ubicado a unos 300 metros de la entrada al recinto.
El Freíllo constituye uno de los yacimientos arqueológicos más completos de la protohistoria de Castilla y León, habiéndose encontrado restos de presencia humana desde al menos el tercer milenio a.C. hasta la época visigoda.
El poblado constituye un importante testimonio de la cultura vetona en la zona. Se trata de un poblado amurallado de la Edad del Hierro emplazado en una elevación estratégica, entre la Sierra de Gredos y la comarca cacereña de la Vera. Fue habitado desde finales del siglo III a.C. hasta mediados del I a.C., momento en el que se abandona debido a la romanización de la zona.
Entre los siglos IV y III a.C. existía un poblado abierto en el paraje del Castañar, que fue incendiado y destruido por los cartagineses hacia el año 220 a.C., en alguna de sus devastadoras incursiones en busca de hombres y medios para su lucha contra los romanos.
La población de la zona se congregó posteriormente en un enorme poblado fortificado junto al Collado del Freillo, rodeado por una muralla de unos dos kilómetros de longitud, reforzada por torreones, dos fortines en la parte más alta y un ancho foso, así como por una formación de piedras hincadas para impedir la carga de la caballería enemiga.
El asentamiento debió albergar al menos 3000 personas y debió permanecer más de 200 años, pero aún no se ha encontrado su necrópolis, donde debían reposar las osamentas de unos 18.000 pobladores. Hacia el año 46, Julio César ordenó el abandono del castro y el traslado forzoso de sus habitantes a las inmediaciones del río Tiétar.
En este poblado amurallado, de unas 20 hectáreas de superficie, las excavaciones permiten básicamente contemplar tres partes.
Sector A
Las cuatro casas que constituyen este sector se sitúan en la ladera este del poblado, adaptándose a la pendiente del terreno, junto a la puerta principal de acceso al recinto amurallado. Las características de su construcción permiten comprobar un alto grado de perfeccionamiento en su construcción y un verdadero urbanismo en su distribución. Las habitaciones aparecen escalonadas para salvar el desnivel y todas las fachadas orientadas hacia una calle que discurre paralela a la muralla.
Sector B
Este sector ocupa un espacio privilegiado dentro del recinto amurallado. Se extiende por un altozano alomado desde donde se divisa todo el castro y los valles y montañas del entorno. Las excavaciones arqueológicas han sacado a la luz numerosas viviendas distribuidas con una cierta planificación urbanística. Es en este sector donde se han reconstruido dos viviendas con paredes de adobe y techos de paja.
Muralla
La preocupación por la defensa del asentamiento hizo que se levantara una muralla, adaptada al terreno, que rodeaba completamente el poblado, a excepción de la zona oeste, donde la complicada orografía del terreno dificultaba el acceso directo. La longitud total de la muralla era de unos 1.800 metros, aunque hoy sólo son visibles algunos tramos que conservan el basamento. A lo largo del lienzo sur, que da vistas al valle, se levantaron hasta doce torres para fortalecer la defensa y como elementos de vigilancia. Una de las entradas al recinto fortificado fue una puerta que consistía en una simple interrupción de la muralla, que estaba flanqueada por una torre que la protegía en caso de ataque.
Se trata de un yacimiento arqueológico del que se han reconstruido y restaurado algunas partes, entre ellas dos casas, para entender como vivían sus habitantes entre los siglos V al I a.C.
La entrada al recinto es libre y gratuita. Las excavaciones de los sectores A y B están rodeadas y protegidas por una valla metálica de un metro de altura que permite apreciar sin problema el interior. La muralla es de acceso libre, pero no se debe pisar la parte superior de los lienzos de la misma.
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Más información sobre Castro de El Freíllo en Castillosnet (www.castillosnet.org).
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Más información sobre fortificaciones del municipio de Candeleda en Castillosnet (www.castillosnet.org).
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Más información sobre fortificaciones de la comunidad de Castilla y León en Castillosnet (www.castillosnet.org).
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Fecha de última modificación: 29/06/2024
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